El Supremacismo Catalán

Estamos acostumbrados a observar como los supremacistas se consideran a sí mismos los puros y superiores por encima de los otros a los cuáles consideran inferiores. Más que acostumbrados estamos hartos de verlo.

Yo como catalán de padres nouvinguts de «España» lo observo a diario en mis relaciones sociales de tú a tú. A veces de manera directa y otras al escuchar conversaciones en bares o kioskos, etc..

El Supremacismo Catalán tiene como característica esencial la NEGACIÓN de su propio supremacismo.

Ellos son los modernos, los transversales, los tolerantes, los democráticos, los OPRIMIDOS (lol, cualquiera que haya vivido en Cataluña se tiene que haber dado cuenta de que son la clase dominante en el territorio). Son portadores de todos los valores que, hoy en día, se consideran irrenunciables para el establecimiento de la dignidad humana en La Tierra. En definitiva, son los guays en contraposición con una España casposa y (aún) franquista que, naturalmente, los ocupa, expolia y reprime porque no sabe hacer otra cosa (y en esto último, a veces, no les falta razón aunque hay que precisar que es algo que hace contra toda la población española pero, incluso en esto, los catalanes se sienten especiales y diferentes). Ni siquiera se dan cuenta de que tachan de fascistas a todo aquél que no comulga con su ideario de igual modo que un fascista llama comunista a otros por exactamente lo mismo.

Esto es todo un hito en la historia de los movimientos políticos y da para que algún sociólogo con ganas de fama y que no le tenga miedo a represalias haga su agosto.

Yo, que me he criado en un guetto del extrarradio de Barcelona (un guetto catalán, eso sí, muy alejado de lo que es un guetto en -por ir de menos a más- Sevilla, Madrid, Los Angeles o Nueva Delhi) no puedo decir que haya sufrido ningún rechazo por mi condición social, al menos, no por parte de las Instituciones Públicas. Aunque sí advertí desconfianza en el día a día por parte de algunos catalanes de socarrel. Una desconfianza que se ha ido tornando desdén desde que el procés ha ido tomando forma hasta hoy. También cabe decir que cuando yo era joven, la democracia española (la II Restauración, en realidad) todavía era una idea que parecía atractiva para todos y que evocaba unas formas de respeto y libertad entre la población de todo el Estado que hoy se echa muy en falta. Hoy, tras 40 años de aparente democracia y habiendo caído ya todos los velos parece que nos encaminamos a algún tipo de horror ya sea de baja o alta intensidad.

La idea subyacente del nacionalismo catalán no es diferente de los nacionalismos de principios del S.XX en Europa. Una historia deformada e idealizada a propósito por las élites para instalarla en las mentes de las personas a través de los medios y la Educación para imponer el engaño de una identidad falsa y, finalmente, el enfrentamiento. Hoy en día, ya llegan a hacer afirmaciones etnicistas sin ningún pudor que van calando las mentes más débiles e incluso hay instituciones públicas que abogan por el revisionismo histórico. Sin duda, haría las delicias de Prat de la Riba.

Tienen mucho amor los catalanes por su idioma y, naturalmente, hacen bien. Sin embargo, es lo único que tienen de diferente con el resto de españoles y vecinos europeos más próximos más allá de cierto acervo cultural y tradiciones folklóricas (algo común en todos los países del mundo en sus propias delimitaciones intraterritoriales). Por lo que el tema del idioma se ha convertido en un campo de guerra. Recuerdo cuando en los años 80 existían en Cataluña como dos mundos entre catalanohablantes y castellanohablantes, algo que superamos en cierta medida los jóvenes de mi generación en los 90 y que se ha ido diluyendo hasta hoy entre independentistas y unionistas. Aún se respira un clima de respeto pero todos sabemos que las diferencias políticas irreconciliables suelen generar animadversiones irreconciliables también. Tiempo al tiempo.

Un supremacismo, sin duda, impulsado por el otro supremacismo: el español. Y es que cualquier tendencia crea una contratendencia. También hay que decir que éste abandono de la famosa sensatez (seny) catalana no surge sólo por las políticas educativas y el clima antiespañol que se ha ido generando desde finales del S.XIX, y que llevó a la famosas declaraciones del Estado Catalán en la década de los 30, sino también a una no menos publicidad criminal contra Cataluña por parte de los poderes fácticos españoles a través de sus medios y partidos políticos, la mayor parte de las veces por un (quizás no tan) miserable puñado de votos. Un odio/desprecio a lo catalán que yo mismo he sufrido en mis algunos de mis viajes por la península.

Un punto de inflexión para cualquier persona con dos dedos de frente, sin duda, estaría en el episodio de la Guardia Civil marchando hacia Cataluña mientras la población cantaba «¡A por ellos, oé!» cuando iban a reprimir a sus propios conciudadanos hermanos. Una muestra de que no estamos tan lejos de aquellos tiempos en los que un grupo numeroso de personas acudían expectantes a los ajusticiamientos por Garrote Vil e incluso de cuando se quemaban a las brujas en la hoguera. Todo esto ha sido muy bien capitalizado por los partidos catalanistas que no han dejado en ningún momento de fomentar el sentido victimista entre la población catalana.

Visto con perspectiva; las mentiras sobre la Historia de Cataluña esparcidas a través de escuelas e institutos, la finísima por habilidosísima manipulación de TV3 sobre la población e incluso el bluff del Rock Català (en realidad, el Pop-Rock surgido de La Movida pero cantado en catalán), me parecen nada más que un plan preconcebido para llegar al punto en el que estamos. El hecho de que hayan podido llegar tan lejos se debe simplemente a cálculos electorales y de favores tras bambalinas que claramente no pueden ser difundidos sin que se venga abajo todo el andamiaje del Régimen del 78.

Me parece terrible como personas a las que aprecio hayan caído bajo éste engaño. A muchos los veo más como unos ilusos que como unos fanáticos. También cabe decir que tras los años de manipulación del procés y de la infamia pujolista, tras haberse desvelado y demostrado muchas de las mentiras, sigo sin creerme que sigan acudiendo a manifestaciones y votando lo que votan (yo confieso que voté nulo pues ya no creo en ninguno de los partidos existentes). Una de las cosas que más me han llamado la atención en relación a los catalanes es lo porosos que son a los eslóganes y por eso digo que me parecen más unos ilusos que unos fanáticos (pero de éstos también hay un buen montón).

En realidad, los supremacistas son los que conforman las élites catalanas. Un supremacismo que han contagiado hábilmente entre la gente de a pié. Como siempre ha ocurrido en la historia éste supremacismo acabará volcado sobre la población cuando no tengan enemigo con el que azuzar las pasiones más bajas en los estratos inferiores de «su» sociedad.

No menos se puede decir de la población del resto de España que no son capaces de entender que son parte necesaria de la manipulación de las élites para que los catalanes hayan optado por la secesión. En ambas orillas hay tópicos insufribles y mezquinos y mientras sigan creyendo, unos y otros, lo que vomitan los telediarios y tertulias acerca del asunto poco se podrá hacer más que llegar a un punto de no retorno.

Cualquier catalán que quiera conocer como era la vida en los Condados Catalanes sólo tiene que acudir a Hispanistas no españoles ( ingleses, que no sé por qué son los más famosos aunque los argentinos son muy interesantes, especialmente por su respeto y amor por todo lo que significa España) e informarse con rigor y cierta imparcialidad. Se sorprenderán los que lo hagan.

Por favor, conciudadanos míos catalanes, recordad muy bien lo siguiente: el fascismo siempre es nacionalista y el nacionalismo vive bajo el peligro permanente de convertirse en fascismo. Esto es una guerra entre élites y nosotros somos sus rehenes. Despertad.

Besos.

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