Las mayores fronteras están en las mentes de las personas y no les permiten imaginar un verdadero mundo nuevo ni aceptar ideas libres ni rechazar ideas perniciosas (y, a menudo, disfrazan una de la otra y viceversa).
Otras de las más grandes fronteras están en los corazones de las personas y no les permiten amar sin restricciones ni dejarse amar en la medida que el otro puede amar. Siempre imponiendo e imponiéndose modos de actuar y sentir que acaban por destruir la felicidad que anhelaban.
Ninguna de éstas fronteras existirán en nosotros si JAMÁS nos conformamos con lo poco que sabemos del mundo, la vida y las personas. Siempre debemos buscar la verdad de lo que acontece fuera y dentro de nosotros.
El que busca ya ha encontrado y el descubrimiento de algo mayor que ellos mismos es la frontera franqueada de los que, honestamente, se afanan a ello.
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