Madurar también consiste en aceptar las decisiones erróneas que tomaste incluso cuando eras una persona diferente a la actual y, aún, cuando las facticidades de ésas decisiones proyecten una sombra en tu día a día presente.
No es resignación sino compromiso con todas las consecuencias de tu elección. Tampoco es una cuestión de huir hacia adelante; a veces te puedes desdecir, cambiar de rumbo o empezar de nuevo. Es reconocer algo como posiblemente irreversible cuando ya no depende solamente de ti mismo y es que, a medida que caminamos por la vida, la confluencia de nuestros actos con respecto a otros se multiplican.
Siempre habrán elecciones personales en tu vida. Sin embargo, uno debe aprender a discriminar cuales son puramente personales y cuales compartidas. Vivimos en sociedad y nuestras decisiones afectarán de un modo u otro a los que nos rodean.
Sostener la más difícil de la coherencia con uno mismo consiste en comprender la naturaleza de los actos propios y sus resultados. Aunque sean imprevistos.
De hecho, siempre hay consecuencias imprevistas: es la vida en movimiento. Donde lo inesperado, sucede.
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