Si lo hicieron por amistad y dieron de todo corazón un mundo a cambio de nada, ahora que la nada han obtenido, ¿por qué se enfadan?
Era una de las posibilidades. Si no lo aceptan ni era puro ni era verdad. Si el resultado buscado era el favor mismo y no su devolución, ¿por qué se enfadan?
Entonces, dudar de ellos era ofensivo pero ahora que no les corresponden es cuando se ofenden. Si su intención era limpiamente desinteresada, ¿por qué se enfadan?
Ya no les desean el bien y es ahí cuando su dignidad se destruye y no antes pues su premio era compartirse, ¿cuál es la base de su frustración?
La frustración siempre es del tamaño de la expectativa. La expectativa es más peligrosa que la esperanza. La esperanza es siempre del tamaño de la amistad que ofrecemos y nuestro amor es del tamaño de la perseverancia en la buena voluntad. Si su voluntad de dar se mantuviera incólume aún en la frustración ¿no sería infundada su desesperación?
Al que le sobra benevolencia nunca le falta recompensa cuando reparte su querencia. El que recibe sin agradecer es el verdadero pobre de solemnidad pero el que da con expectativas de recibir de vuelta no es un amigo sino un mercader, ¿quién era amigo de quién?
Es en la amistad donde se descubren más máscaras que tras el final del Carnaval.
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