A principios de siglo, llamaron a la era a la que dio origen Internet como La Era de la Información. Corrieron ríos de tinta con respecto a la trilogía de Manuel Castells de éste mismo nombre.
Sin embargo, en la susodicha era podemos observar como se forma un magma de ignorancia persistente debido a que son pocos los que entienden que la posibilidad informática es una herramienta de conocimiento y no un sustitutivo de vivir una vida humana; con la llegada del smartphone y la banda ancha en cualquier punto de la geografía asistimos a como Internet es un espejismo en medio de la selva; tanto a la hora de informarse de la actualidad, relacionarse con otros o incluso el mayor catálogo de diversiones vacías que hubiéramos podido concebir, por poner unos pocos ejemplos.
Está feo auto citarse pero no hace mucho decía que pronto la ignorancia será un valor deseable en sí mismo, o al menos, eso veo desplegarse ante mis ojos y oídos. Puede parecer contradictorio cuando en realidad se escribe y se lee más que nunca, mucha información está disponible con unos pocos clics y la oferta cultural a través de la Red es vastísima.
La cultura de masas de hoy en día es una de las mayores estafas de la Historia. Los incultos son mayoría, los cultos suelen serlo falsamente en virtud de la especialización científica y, La Academia, mayoritariamente un lugar de conocimiento parcial y en muchos casos difícilmente demostrable si no es bajo los propios parámetros en el que es enseñado, además de un espacio politizado. Un licenciado universitario que no continúe estudiando con una firmeza similar por su cuenta muchos años más no tendrá más que una vista de pájaro de la disciplina y, debemos tener en cuenta, que en la mayoría de materias la multidisciplinariedad es la norma a seguir para alcanzar un conocimiento real. Por si fueran pocos palos en las ruedas, si no se tiene la oportunidad de ir a un centro educativo que no sea para la masa en un sentido amplio, seguramente no habrá accedido a un conocimiento profundo y auténtico que valga la pena por lo que en su camino de conocimiento comenzará cojo.
¿Pero qué es cultura en realidad? ¿Saber mucho de matemáticas, de música, de filosofía, de ingeniería? La palabra cultura etimológicamente proviene de la palabra latina cultus que es el participio pasado de colere que significa cultivar. Después, más tarde se convertiría en una palabra polisémica con significados como trabajado, cuidado, adornado, enseñado y elegante. Durante La Edad Media la palabra cultura designaba un terreno cultivado.
Así, tenemos que la gente con cultura ha sido, enseñada, cultivada. Sin embargo, con tantas primaveras a cuestas ya me empiezo a preguntar si hemos sido cultivados con algún conocimiento verdaderamente trascendente. ¿Cuanta gente sabe arar?¿ Potabilizar agua? ¿Construir un pozo?¿Asistir en un parto? ¿Curar mediante remedios naturales? ¿Construir una casa? ¿Una fosa séptica?¿Predecir la metereología? ¿Cuidar y reproducir un corral? ¿Construir una cama? Y podríamos seguir con quizás, ¿cómo llevar una vida plena? ¿Como entender nuestras propias emociones y la de los demás? ¿Como aceptar las situaciones vitales que no pueden ser cambiadas?¿Como educar un hijo? ¿Como evitar a las personas problemáticas? ¿Y darnos cuenta de cuando lo somos nosotros? ¿Cómo mantener el equilibrio entre la ética con los demás y el propio interés? Y aún más, ¿cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué existe el universo en lugar de no haber nada? ¿Por qué la dualidad de la existencia y la realidad? ¿Por qué ese anhelo constante de trascendencia que a todos nos alcanza?
La cosa es que si nos sacaran de la civilización no podríamos reeditarla por nosotros mismos. En Occidente somos presos de la tecnología, los conceptos y el dinero. Antes, reparar un automóvil o un electrodoméstico estaba al alcance de mucha más gente. Las personas tenían otros conocimientos más básicos e imprescindibles, los cuales, fueron arrasados por la división y especialización del trabajo y por la cultura basura. Yo, que nací y crecí en una ciudad, cada vez que viví en un pueblo cerca del campo fui un marciano inútil.
Y son conocimientos, en su mayoría, quizás más prosaicos y con menos glamour pero mucho más importantes y útiles. Mientras tanto, nos han vendido lujo y valores inmorales, y en general, fuimos víctimas de una persuasión para que el engaño y el egoísmo formaran parte de nuestra cotidianidad hasta olvidar cual es la esencia de la vida. Es más, hoy en día hasta comenzamos a olvidar la esencia de la humanidad misma.
Decíamos que la cultura de masas es un gran engaño. En realidad se construye sobre la falsa noción de que influye a todas las clases sociales cuando deberíamos preguntarnos si el emisor (no el periodista, el músico o el director de cine, si no el que la fabrica para que él la distribuya) es receptivo a ella o simplemente es un conocimiento para que la masa se entretenga y, al mismo tiempo se eduque contra su verdadero interés. ¿No tiene sentido pensar que el que la crea la conozca mucho mejor que quienes la consumen?¿Sea más consciente de su función y esté al tanto de su escaso valor?
Y donde la difusión es amplia y pública es cultura de masas. Ya sea en cualquier pantalla, aula o vox populi. El verdadero conocimiento es un secreto que guardan aquellos que están fuera de los focos. Ya sea político, social, militar o místico. La auténtica cultura, como los secretos de Estado, no se comparte con el vulgo y sí se comparte en círculos muy reducidos.
Mientras tanto, nosotros creemos que sabemos algo. Y a pesar de nuestros títulos, estatus o experiencia somos ignorantes por mucha cultura de la que hagamos gala e incluso incultos por conocer mucho sobre un área y desconocer absolutamente todas las demás y, más aún, desconocer las verdaderamente pertinentes, puesto que LA INCULTURA ES NO SABER Y LA IGNORANCIA ES, LAS MÁS DE LAS VECES, CREER QUE SE SABE LO QUE, EN REALIDAD, NO SE SABE.
Así que, la era de la información ha resultado ser la era de la ignorancia, en la que nadie quiere saber de verdad, porque la verdad cuesta esfuerzo, tiempo y experiencias significativas. Reflexionarla con paciencia y entusiasmo. Un constante ir más allá de uno mismo hacia donde está lo otro y los otros. Y todos estamos conquistados por la inmediatez y la facilidad de su adquisición.
Y mientras tanto, la vida humana se pierde en un viaje a ninguna parte, si acaso, hasta allá donde haya una diversión fútil y unas risas huecas. Las cuales pueden acompañar un rato pero no ser un leit motiv vital y, mucho menos, sanarnos de nuestra enfermedad principal: la ignorancia. La cual ya hace demasiadas décadas que se autorreplica generación tras generación en un descenso continuo en el cual creemos que cada vez sabemos más y paradójicamente cada vez sabemos menos.
Y en este jodido juego, mientras unos viven en la Era de la Información otros viven en La Era de la Ignorancia. Y en el medio estamos los que sabemos que no sabemos y pugnamos por saber pero que seguramente no sabremos nunca.
Nos han educado en una lógica distinta de los que realmente saben y quizá por ello nos perdemos en vanidades y distracciones inútiles. Nos han hecho creer que la vida es un lapso intrascendente y vacío; un vaso que se llena de Coca Cola, productividad, Netflix, deseos futiles y la vida a través de la pantalla de un dispositivo electrónico. La mayoría lo intuimos y, a pesar de ello, nos mantenemos en la rueda de Hámster dando vueltas sobre nosotros mismos y las ideas que han fabricado para nuestro consumo en un laberinto de espejos.
Y vivir es otra cosa. Aún mucho más el saber. Estoy seguro. Y nadie podrá quitarme estas ideas de mi mente.
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