INTRODUCCIÓN
Había en el Imperio Romano en el momento de máximo esplendor unos 50 millones de habitantes, mientras tanto, en el Senado romano la pugna por el poder se desarrollaba entre 4 o 5 grupos, los cuales, trataban de alcanzar y copar el control y dirección del Estado.
Si esto pasaba hace 2000 años, extrapolando la situación a la actualidad donde vivimos en un mundo globalizado con 8 mil millones de personas, podemos preguntarnos: ¿cuántos grupos están luchando hoy por el poder? Y también, ante la creciente complejidad del mundo altotecnológico podemos preguntarnos: ¿cuántas son las esferas de influencia y poder? ¿Cómo funciona esta guerra invisible?
Existen numerosos actores implicados: estados, gobiernos, militares, servicios de inteligencia, funcionarios estatales de todo pelaje, conglomerados periodísticos, foros internacionales, Organizaciones No Gubernamentales, Corporaciones Transnacionales, Fondos de Inversión y otros como Mafias o Grupos Terroristas compitiendo entre ellos, tejiendo alianzas y manteniendo disputas. Este juego de guerra tiene una estructura de cebolla con muchas capas y desde la parte interior, y más oculta, hasta la exterior, y más visible, se ejerce la influencia y el poder de dentro a afuera en una vuelta de tuerca al clásico de arriba a abajo.
Cabe decir, y ya no es ningún secreto, que por detrás de todos ellos están los controladores últimos. Gente que se oculta detrás de organizaciones secretas y discretas y que, participando en las anteriores mencionadas, tratan de regir las decisiones detrás de bambalinas.
Daniel Estulin, que se afirma como ex agente de inteligencia y que hoy hace una fortuna en las redes, explica que la política, geopolítica, guerras, eventos sociales al más alto nivel o acuerdos económicos internacionales e incluso modas promovidas desde los altavoces mediáticos responden a un juego laberíntico de humo y espejos en el que nada es lo que parece y que, por tanto, es muy fácil ser llevado a engaño y que los motivos que se aducen para tomar decisiones desde los medios de comunicación no son más que un mecanismo que se parece al tapete del billar en el que unas bolas chocan contra otras que a su vez chocan contra otras cambiando el aspecto del tablero en función de los intereses que se pretenden, casi siempre inadvertibles para muchos expertos y, como no podía ser de otra manera, para la plebe.
Hay analistas que afirman que hoy nos encontramos en la II Guerra Fría, otros hablan de la III Guerra Mundial y a mí me parece que, en realidad, no es ni una cosa ni otra y que nos encontramos ante la I Guerra Global en la que los objetivos militares, las armas disponibles y los medios a utilizar incluyen múltiples aspectos. A lo que la cantidad de grupos en disputa y los intereses a defender y atacar provoca que en esta guerra se pelee encarnizadamente desde muchas ópticas y abarcan campos de batalla que van desde la esfera política a la militar pasando por la social y la íntima.
Estamos pues, en una guerra de la que no existen referencias históricas previas. Una nueva forma de combatir que nunca se ha experimentado antes. Esta guerra tiene básicamente 3 dimensiones que se solapan: la cibernética, la económica y la de la información, en la que, en lo militar, hay puntos calientes como Siria, Ucrania, Yemen o Libia. Por detrás de éstas hay numerosas escaramuzas alrededor del planeta de las que nunca somos informados.
Sería un error afirmar que es una guerra entre países aunque como instrumentos son fundamentales. Se parece más a una Guerra Civil mundial en la que por mor de Internet más la Globalización económica y la mundialización de las costumbres, las fronteras son extremadamente porosas y nada ni nadie no pudiera ser un objetivo; cualquiera puede ser una víctima y cualquiera un soldado. A lo que hay que añadir el ambiente de paz relativa que experimentan numerosos países puesto que es una guerra no declarada en la que el secreto salta por los aires de modo específico.
Es sabido que son los pobres y los oprimidos los que hacen las revoluciones. Este hecho constatado es válido para los regímenes totalitarios, autoritarios e incluso las democracias. En las democracias actuales es necesario el consenso y consentimiento de los gobernados y para tal fin ha habido todo un ecosistema de medios de información que controlan el flujo de lo que saben, creen y piensan los susodichos gobernados. Sin embargo, con la aparición de Internet, esta red de control se vino abajo y actualmente existen prácticamente tantas lineas de pensamiento y opinión como perfiles en redes sociales y, con ello, toda una gama nueva de tipo de operaciones, objetivos y procedimientos.
Y es aquí, donde comienzan las Guerras Cognitivas en las que se pretende desde la propaganda y la ingeniería social influir sobre la toma de decisiones de los ciudadanos ya sea en democracia o no para controlar lo que creen, saben y piensan; bien para derribar gobiernos, cambiar políticas o comenzar guerras sino también alterar sus creencias o costumbres privadas desde los comandos operativos de alguno de los actores mencionados al principio. Actores que responden y son dirigidos en última instancia por alguno de los bandos en conflicto.
A mi parecer, es una guerra entre élites, una guerra de insurgentes dentro de los Estados contra las élites y una guerra de las élites contra el pueblo. Esto último siempre fue así, no es una situación nueva: el que tiene el poder quiere mantenerlo y ello implica actuar para mantener el status quo; el miedo, la reescritura de la Historia, el engaño, el control de la creación y aplicación de leyes, la censura, el control de la economía estatal y mundial, el control de las patentes e innovaciones, la carrera armamentística, el monopolio de la fuerza, el control de los recursos, la diversificación del entretenimiento como distractor, el control del discurso público, la precariedad de la educación de los jóvenes, el control de la producción de alimentos, los secretos de Estado y más, son sólo aspectos del esfuerzo que hacen estos actores por apropiarse y distribuir a su conveniencia las reglas en las que está basada la estructura social, monetaria e, incluso, espiritual pues la cognición de los aspectos de las creencias profundas personales y sociales están basados en los límites de la existencia que son posibles alcanzar y, como no, de la información disponible a la que se puede acceder y la toma de decisiones se halla vinculada a las creencias, los conocimientos, las emociones y las posibilidades.
Según el diccionario “Guerra” en su segundo significado es: lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. Investigando un poco más encontramos que las facciones pueden ser de regulares e irregulares con un objetivo determinado y entre otros sinónimos encontramos pugna, disputa, contienda, combate o pelea.
Aún así, existe abundante literatura acerca de éste hecho que es tanto militar como político-social. Las concepciones de la guerra son numerosas así como los perfiles desde los que se aborda. El tratado más antiguo es el de Sun Tzu en el que ya advertía que la guerra se basa en el engaño al oponente. Desde entonces, las formas de hacer la guerra han evolucionado en función de las tecnologías disponibles y es previsible que lo sigan haciendo. No podemos olvidar el hecho de que siempre debemos estar alerta pues estamos ante violencia organizada.
Mao dijo que la guerra es política con derramamiento de sangre por lo que la política -bajo esta idea- es guerra sin derramamiento de sangre. Y no es de extrañar esta visión ya que es la política la que fija los límites y condiciones de una guerra, tanto de su inicio como de la paz.
Los últimos términos empleados para la guerra son la guerra asimétrica y la híbrida. En ellas, se trata de explicar una actitud de confrontación que no se materializa solamente en los derramamientos de sangre sino que se desplaza hacia planos no militares: opinión pública, economía, plano mediático, suministros, votaciones electorales y otros.
Se ataca psicológicamente también desde las redes a través de formas de agresiones no convencionales y la influencia se basa en la información/desinformación mediante acciones de actores estatales y no estatales para promover el disenso, la desunión o hacer tomar a la población decisiones inadecuadas rompiendo la coherencia interna del sistema político, social y económico del enemigo. Así, se modula el conflicto en función de los objetivos políticos y militares del agresor para modificar las creencias y actitudes de las personas.
Cabe destacar que en esta Guerra Global las agresiones fluyen en y desde todas direcciones. La agresión puede producirse incluso como fuego amigo. Un falso fuego amigo pues en la guerra de las élites de poder contra el pueblo la desinformación no es tan sólo para el enemigo “oficial” y se pretende la toma de decisiones erróneas en función de intereses políticos de los que nunca somos verazmente informados. Información/ desinformación que se torna propaganda de guerra disfrazada de noticias mediáticas, políticas públicas, e incluso, modas de consumo.
La palabra cognición proviene del latín cognitio y significa “acción y efecto de conocer completamente”. Lo que se conoce se transforma en información y para conocer debemos racionalizar la información. Hay que tener en cuenta que el ser humano no sólo conoce desde un punto de vista puramente racional. Las emociones, los sentimientos, la capacidad intelectiva, incluso el pasado personal y la base de conocimientos y habilidades previa afecta al modo en que integramos, juzgamos y prejuzgamos la información.
Hay un concepto fundamental y es el de Ingeniería Social. ¿Se puede diseñar una sociedad como un camino, un edificio o un puente? La ciencia de esta Ingeniería ha progresado constantemente desde la aparición de los medios de comunicación, la psicología y la sociología. Con la evolución constante de la tecnología de la difusión de información durante el S.XX y XXI se obtiene un modo instantáneo y amplísimo de homogeneizar a las masas. Y, con ello, de influir sobre su comportamiento, sus creencias y sus valores.
La revolución digital ha convertido a los habitantes del planeta, al mismo tiempo, en receptores y emisores de información incrementando la importancia de la información en todos los aspectos de la vida humana. Hemos llegado a un punto en el que la famosa credibilidad de los países “libres” es más que cuestionable y, a menudo, es imposible distinguir la veracidad de una información venga de una democracia o de un régimen dictatorial.
Con el aumento de los flujos de información se abrió la puerta a nuevas posibilidades para manipular, desinformar y persuadir. Algo con incalculable valor desde un punto de vista militar. Esta guerra a través de la ingeniería de las sociedades incluye información pública, acción psicológica, actividades de información/desinformación y adoctrinamiento. Puede venir desde cualquiera de los actores en conflicto y puede ser ejercida desde el fuego amigo como ya comentábamos antes. Al final, hay una gran cantidad de influencia sobre los factores culturales de la población.
Decía José Luis Sampedro que “la opinión pública está influenciada por los medios de comunicación y los medios están en manos de quienes mandan y los que mandan favorecen los que a ellos les conviene y borran lo que no les conviene. Así que la opinión pública es, ante todo, opinión mediática”. Ello se debe a que no estamos educados en el pensamiento crítico y la guerra cognitiva empieza en las aulas antes que en la escena mediática pública. Allí, en las aulas, se cocina una sociedad controlable y predecible preparada para ser técnicos de mantenimiento del sistema. Una vez llegamos a adultos, las posibles imaginaciones sobre la auténtica realidad de las cosas están amputadas.
Entonces, tenemos que el control por el relato oficial y el alternativo de los hechos se convierte en el objetivo de victoria. La difusión de información el campo de batalla y el fin para estos medios es el ciudadano y su visión de la realidad ya que lo que la gente considera como la verdad afecta hasta en la vida cotidiana de cada persona, sus relaciones sociales y políticas y, psicológicamente, sobre la concepción del mundo, lo cual, acaba incidiendo como una palanca en el hacer del individuo en tanto sujeto filosófico. Y con ello, se pretende moldear el mundo combatiendo desde lo emocional, racional, fisiológico, e incluso, espiritual.
Hay una maldición china que dice: ojalá vivas tiempos interesantes. Los estamos viviendo. Todos. La confusión es máxima. Las apuestas altísimas. ¿Quién da más? La información/desinformación en esta guerra a tres bandas es de una importancia capital. Las élites tratan de confundirse entre ellas, los insurgentes tratan de informar al pueblo mientras desinforman a las élites, sin embargo, es difícil desgranar cual es cual. Las élites desinforman al pueblo constantemente y parece que lo han apostado todo a un sólo número. Las operaciones se disfrazan dentro de lo que las masas consideran posible y racional según su coartado entendimiento. Esto empezó de una manera abierta con la elección de Trump y no se le vislumbra el final pues ninguno de ellos puede mostrar sus cartas y explicar a las claras sus planes.
Mientras tanto nosotros somos rehenes y víctimas, al tiempo que jugamos un papel fundamental como parte del escenario.