Cuando dejas de ver la televisión

Cuando llevas el tiempo suficiente sin ver la televisión los días y las noches se alargan, comienzas a masticar el tiempo de vida y, tarde o temprano, te das cuenta de que la vida está fuera de las pantallas y que hay que fruirla adecuadamente.

Comienzas a observar en las relaciones sociales que los demás hablan todos de los mismos temas y que tienen unas pocas opiniones básicas para describirlos de un modo u otro; que hay una estandarización de las creencias de la gente y que la igualdad que promueven los políticos, en realidad, debe ser esa pues son ellos los que directamente se benefician.

Cuando abandonas la estandarización, te conviertes en un ser extraño para los demás, los cuales, hablan de personas que no conoces y tienen ideas que, en retorno, los convierten en todavía más extraños para ti.

Tarde o temprano, comienzas a desarrollar hobbys y, con el tiempo, por la necesidad de ocupar el tiempo en algo que te divierta descubres cosas que ni imaginabas que existían.

Dicen que la ficción imita la realidad pero cuando llevas el tiempo suficiente sin ver televisión empiezas a observar que las personas (que son reales) imitan la ficción y ni se dan cuenta de ello.

Cuando llevas el tiempo suficiente sin ver la televisión, tarde o temprano, te enfrentas con tus propios demonios internos al estar a solas contigo mismo más tiempo que nunca antes y, te perdones o te condenes, tarde o temprano, comprendes que es necesario enfrentarse a ellos para comprender tu vida y a los que te rodean.

Observas cambios repetidos cíclicos en la vestimenta e, incluso, en las ideas de la mayoría de las personas y acabas por entender que las modas son algo ridículo y descartable que no aportan nada a la esencia misma de la humanidad; probablemente porque las corporaciones han dejado de influirte con su publicidad.

Te sientes más seguro por las calles, más confiado en que la bondad existe, tienes menos necesidad de acumular propiedades, te preocupas menos por tu aspecto exterior.

Paulatinamente, comienzas a abandonar las ideas que te habían implantado o, al menos, te resultan contraproducentes y consideras reelaborar tu ideario vital por lo que comienzas a buscar referentes fuera de las celebridades oficiales.

Cuando tras un tiempo prolongado de abstinencia vuelves a verla, te resulta irritante, falsa y una pérdida de tiempo. Además, te acabas compadeciendo de los que son adictos a ella.

Tarde o temprano, tu escala de valores no coincide con la de los que te rodean y sientes la necesidad de conocer personas nuevas que te abran otras ventanas al mundo. Gente como tú. Gente que acabas descubriendo que existe.

Seguramente, restringir enormemente el tiempo que paso viendo televisión haya sido una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Si sigues mi ejemplo, no verla no significa que vayas a ser mejor persona automáticamente; para ello se necesita una voluntad auténtica de mejorar día a día y, sobretodo, ponerse a ello. La teoría sin práctica es un huevo vacío: nada nacerá de él.

Lo que ando intentando ahora, es restringir el tiempo que paso en la Red pues una exposición imprudente genera los mismos problemas que los de la televisión. Es Internet una herramienta maravillosa que hay que aprender a utilizar correctamente y una cosa es un darse cuenta de que es a nosotros a quienes nos corresponde la responsabilidad de cultivar nuestra propia visión del mundo y otra convertirse en un ermitaño. No tendremos con quién compartirla.

Los humanos somos seres sociales, puedes alejarte del mundo una temporada pero tendrás que volver a él en un momento u otro, los náufragos acaban por perder la cabeza y quizás porque la sociedad actual está en un proceso de naufragio ha aceptado unas ideas tan retorcidas como ideario vital sin percatarse y aún menos extrañarse.

La lucha contra la opresión empieza en un plano individual antes que social. Si no somos capaces de liberarnos a nosotros mismos, ¿cómo podremos liberar a los demás?

¡Al loro!

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