Los mayoría de los mortales tienen en mucha estima al dinero cuando no son más que papelitos de colores que sirven para comprar y para poco más. Sólo (aunque no es poco) alquilar voluntades. Sin embargo, cuando desaparece el dinero, desaparece la voluntad (excepto cuando han vendido su alma en el proceso).
Hay dos cosas para las que se puede medir su valor real. Las que puede comprar y las que no: Lo que en realidad compra son tranquilidad y posibilidades. Las que no, son la honra y la bondad (la genuina, no confundir con la amabilidad u otras disposiciones del espíritu).
Muchísimas otras las puede alquilar pero a un precio que provoca una deuda impagable: el tiempo, la salud y, a menudo, la cordura.
En este mundo infernal en el que vivimos no hay prácticamente nadie que pueda ignorarlo. Sólo los que tienen suficiente dinero de sobra pueden olvidarse de él y es ciertamente curioso que, con frecuencia, los que más tienen son los que más gravitan alrededor suyo. Por tanto, vivir sin apegarse a él es imperativo.
Ojalá desapareciera y me da igual que no se haya inventado una solución mejor. Constantemente desestabiliza todo lo que nos hace humanos…
Un comentario sobre “Papelitos de colores”